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martes, 19 de julio de 2011

De mi al más allá de mi






 "No hay arte que descubra en el rostro la construcción del alma"
(William Shakespeare)




Siempre me he identificado con la postura de Wittgenstein sobre los límites del lenguaje para realizar aquello a lo que parece que estamos inevitablemente abocados: Comunicarnos. Especial reflexión me merece este tema en este mundo ciberespacial donde la comunicación es no sólo el objeto sino el medio en sí mismo, la causa-efecto.

En sus propias palabras, si bien la gente entiende cuando se describe lo que se siente, no por eso entiende lo que el otro siente. Y es éste un problema que no tiene solución, pues lo que se da por válido, lo que todos entendemos, es el referente que se describe, al cual privatizamos según nuestras propias experiencias, y no sabemos en realidad en que medida coinciden con lo sentido en las experiencias del otro.

Se puede exhibir un diente roto pero no el dolor que por ello se ha sentido. Incluso, ¿cómo sabemos que con la palabra dolor se está entendiendo lo que el otro ha experimentado? ¿Podría alguien imaginar el dolor sin haberlo sentido alguna vez? ¿Cómo  se que lo que yo llamo dolor es lo mismo que lo que tú llamas dolor? ¿Es mi dolor igual al tuyo?

De este modo podríamos concluir que si yo lograra expresar al menos la mitad de lo que siento, y tú lograras entender al menos la mitad de lo que describo, te habría logrado comunicar la cuarta parte de mi experiencia. Ya que el lenguaje no lo es, si aceptamos que las matemáticas son exactas, multiplica por cuatro lo que has entendido y obtendrás exactamente como me siento,  bueno aproximadamente, que no por mucho madrugar amanece más temprano.

Lo que más me gusta de filosofar es lo relajada que luego me siento. ¿Me expreso?
¿Me entiendes?… Te siento.

Rosy

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