En tus manos está la ternura y la paz,
el amor que necesito,
la luz de cada día está,
y la subyugante elegancia de la noche
en tus manos está…
La caricia plena y suave, el rumor de las olas, la arena blanca y el sol…
Y en tus manos está la sagrada misión de traer la felicidad,
y el remanso sutil de tus ojos…
En tus manos está el camino y el refugio del final,
y la lluvia y el fuego y el aire…
Y yo quiero estar en tus manos
para que me enseñes cómo se hace, cómo se logra, cómo uno se transforma en amor sereno,
sin prisas,
sin anhelos,
para dormir en tus manos
y morir en ellas aún cuando haya
pasado toda la eternidad o
un minuto
-lo mismo da-
y decir luego, cuando ya no esté contigo,
que está todo bien, que no importa nada, que el cielo fue nuestro
y todavía lo es…
Dímelo, dulcemente, porque el secreto de amar con locura, en tus manos está.
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