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martes, 16 de agosto de 2011

La vida es como un Taxi con luz verde



Hace unos días, acurrucada en mis nocturnas y ansiadas horas de silencio y serenidad, leía ansiosa por el deleite del momento, unas reflexiones sobre la vida, sí, esa breve e inmensa palabra "la vida", que quiero compartir.

Leía la identificación de ésta con el movimiento y no comprendida de otra forma, ya que nada hay vivo y estático.

Leía la vida como una oportunidad de gozo, desaprovechada o no, pero de gozo; y al sufrimiento como parte de ese movimiento, como crecimiento, como el alimento, pero que tiene que ser necesariamente bien digerido, porque cuando éste no se digiere bien se enquista, se transforma en resentimiento y entonces es absolutamente contraproducente.

Leía sobre el sentido de la vida como el sentido que cada uno de a la suya propia, sin que haya un necesario sentido universal, único y por alguien premeditado.

Leía sobre la plenitud que da la entrega, los ideales, y de como todo se ha hecho egoísta, se ha empequeñecido hasta el punto de parecer estarse viviendo en calderilla.

Leía sobre que los verdaderos enemigos de la vida son aquellos que, desde la postura que sea ( política, religión, economía…), secuestran la libertad y la razón del hombre.

Leía que lo más inteligente que puede hacerse entonces es salirse de esta especie de laberinto en el que nos han metido, de una vida que es una organización que necesita esclavos para seguir manteniendo la pura organización que necesita esclavos. Salirse de esta cadena terrible, desencadenarse, aún a riesgo de la soledad, de la falta de comprensión, ya que una inteligencia que no ayude a vivir, para que se quiere?

Leía que en esta sociedad el corazón se usa tan poco que ya casi no nos sirve más que para morir.

En fin, estas y otras cosas leía, y en todas veía reflejadas mis propias y ya experimentadas reflexiones, cuando me topé con esta afirmación:

 " La vida es como un taxi de luz verde, uno se monta en él, o lo empujan o ya está en él, pero si no dice al taxista la dirección a la que desea ir, el taxi no se mueve".

 Me pareció tan rotunda, tan cierta, tan nítida dicha aseveración que como una película rebobinándose, pasaron ante mi mente cientos de situaciones de mi vida en las que previa meta marcada, metía la marcha correspondiente (la apta claro está para cada tipo de carretera), agarraba con firmeza el volante para que no zozobrará el chasis en las sinuosas curvas que salían al paso y pisaba a fondo el acelerador…

Pero… al tiempo que todas estas imágenes iban y venían en mi mente, pensé que tal vez ahora, hoy, en estos instantes de mi vida, esté cansada de fijar rumbos, de medir distancias, de perseguir direcciones y sólo se me apetezca dar una vuelta, un paseo despacio por la ciudad…

Pero sólo quizás… quizás… porque quedan tantos destinos…


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